Sobre el techo de metal de la ciudad
yacen los cuerpos de bocas bordadas,
pequeña manta de terciopelo verde ciprés
cosida por las extremidades inferiores
que convulsionan bruscamente.
Se desarman las prostitutas,
los barrenderos,
los camareros,
los suicidas,
sangran el pelo de la garganta,
el labio que cuelga de la palabra,
el disparo en la sien,
el frío del sexo recién lamido...
es todo lo que queda de ti,
no importa a cuantos ascensores subas
Hipnótica.
No hay cielo.
ResponderEliminarNi ascensores.
Sólo cuerpos descomponiéndose.
Saludos.
A veces todo se rompe, el esquema pierde su significado cuando la poesía es caprichosa; siempre pensé que la palabra se colgaba del labio.
ResponderEliminarMe gusta ese vuelco.
A mí, una vez, me prometieron el cielo (aún lo estoy esperando) ;)
Un abrazo
Hay imágenes geniales en este poema. Me gusta mucho. Un saludo.
ResponderEliminarse desarma
ResponderEliminarcada letra.
Ninguno. Ninguno.
ResponderEliminarComo les deje en facebook: muchas gracias por encontrarme. sino hubiese sido por uds me perdía la belleza de sus palabras ~
Un beso o 2 #
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPerdón, el comentario que suprimí era de la otra entrada; siempre ando metiendo la pata.
ResponderEliminarUn abrazo