jueves, 29 de diciembre de 2011

OS DEBO MIL POEMAS ALEGRES.

Y porque me entristece ver a la gente triste tengo mil neuronas

pintadas de payaso

y otras mil señalando todas las sonrisas ocultas tras eclipses

de tantas ansiedades.

Y porque me entristece ver a la gente triste tengo

–también-

mil payasos descuartizados

y unos mil agujeros negros tragando unas mil galaxias

–además-

de ahora sin retorno.

Y porque me entristece ver a la gente triste

tengo la garganta rajada por mil huesos afilados

de mil palabras de más,

mil gestos de menos,

mil miradas que no,

mil silencios inadecuados,

mil incoherencias que me hicieron entristecer a gente

que ahora está triste

y me entristece.


Os debo mil poemas alegres.

Atónito.

martes, 27 de diciembre de 2011

SIN DERECHO A RÉPLICA (canción en prosa)

Nunca quisieron alcanzar el cielo.

No en aquellas tardes cuando las piedras de la ciudad sudaban bajo el bochorno condensado en sus gritos extremos. No cuando secaban sus lenguas lamiendo la sorpresa de lo desconocido.

Nunca se prometieron el cielo.

No cuando él le regalaba cada gota de agua recogida en años de deseos reprimidos, embalsados en ciénagas de enfermedades que le hicieron creer, charcas agonizantes de vida agonizante.

Es que, nunca quisieron alcanzar el cielo.

No cuando ella le dejaba intuir el punto aproximado donde brotan todas las alas, cuando clavaba en su espalda la ansiedad de la incertidumbre del mañana.

Pero no, no querían el cielo.

No cuando el M.D.M.A. elevó sus sensibilidades cinco centímetros sobre la piel en orgías salinas de mil estrellas nacientes prendiendo el placer.

No, no y no, el cielo, no.

Pero comenzaron a volar, olvidaron que las promesas son ese gato escurridizo que desaparece ante una visita inesperada.

Pero comenzaron a volar y de improviso llegó el frío con su mejor traje de costumbre.

Pero comenzaron a volar y sus pieles se escarcharon entre miradas interrogantes.

Pero comenzaron a volar, ya ves, ellos que nunca se habían prometido el cielo, comenzaron a caer, ya ves, nunca quisieron, nunca alcanzar el cielo.

Tampoco el suelo, ya ves, mira sus cuerpos inertes sobre la acera, agonizantes de ilusión, sin derecho a réplica.

Atónito

lunes, 26 de diciembre de 2011

derecho a réplica



Sobre el techo de metal de la ciudad
yacen los cuerpos de bocas bordadas,
pequeña manta de terciopelo verde ciprés
cosida por las extremidades inferiores
que convulsionan bruscamente.

Se desarman las prostitutas, 
los barrenderos,
los camareros, 
los suicidas,

sangran el pelo de la garganta,

el labio que cuelga de la palabra,
el disparo en la sien,
el frío del sexo recién lamido...

es todo lo que queda de ti,

no importa a cuantos ascensores subas

ninguno te llevará al cielo prometido.




Hipnótica.